lunes, 5 de noviembre de 2007

Epidemia


I
El olor era indescriptible; casi no se podía respirar, los ojos supuraban lágrimas y el nudo en la garganta era como un taco atravesado en la laringe.  Los cadáveres estaban por todas partes.  Cuando caminaba iba deformando los difuntos.  Los pisaba y no producían sonido alguno.  En un charco pequeño en el piso había otros tantos, tiesos.  Pedí a Marta que abriera las ventanas un poco y trajera al niño.  Era el momento, prefería un poco el asma que al dengue.  La fumigación había terminado.

Edwin Vázquez Asencio 16 X 2007

II
Luego de la epidemia y después del remedio los cielos se pusieron grises. Parecía que el mismo cielo llorara las víctimas. Entonces llegaron al funeral, cientos o miles. Algunos del mismo Egipto, molestos, hambrientos. Se alimentaron con nosotros y todo volvió a empezar.

Edwin Vázquez Asencio 5 minutos después

© EVA

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una epidemia de crímenes asoló aquel lugar, pero la venganza estaba cerca.
—Malditas armas de destrucción masiva, dijo Aedes.

Muy buen cuento, Edwin. Es increíble como encuentras inspiración para tus cuentos, en los lugares y situaciones más inesperados. Te felicito.